Armstrong
es un muñeco roto. El Dios ha muerto y ahora, una vez que ha
reconocido la verdad lo castigarán como el peor malhechor que jamás
haya existido en el deporte. Lo convertirán en un personaje deleznable.
Solo les quedará llevarlo al corredor de la muerte con esposas y
grilletes incluidos. En este linchamiento publico lo han despojado de
toda dignidad y algunos no le permitirían tan siquiera respirar. Pero
Lance Armstrong es una víctima. Víctima sí. Víctima de su arrogancia,
de su mentira, pero sobre todo, victima del corrupto sistema que ha
permanecido demasiado tiempo en el ciclismo.
La mentira no existe para el mentiroso. El corrupto no se
corrompe. Es su realidad. Su verdad. Y el ciclismo ha vivido
bajo la espiral de la corrupción y la mentira. Desde siempre diría
yo, pero sobre todo desde la década de los noventa. Según ha quedado
sobradamente demostrado el dopaje nunca ha sido tan homogéneo ni ha
estado tan extendido como en esos años. Por eso la gran mayoría de
los ciclistas de esa época fueron victimas de un sistema que
favorecía, que exigía el dopaje. Arsmtrong también. Ni más ni menos
que otros.
En esa época el dopaje no tenía las connotaciones actuales. Estaba
aceptado. Se creía necesario. No tenía matices de engaño. No tenia
carga moral. Era lo normal. Algo que venía del pasado, un desarrollo
natural. No había culpables. Y todos lo eran, a la vez: sponsors,
managers, directores, masajistas y, como no, corredores. Todos
participaban en el mismo juego. Con las mismas reglas de juego. Todo
contentos. Lance Armstrong, su generación, y algunas anteriores y
posteriores crecieron y se educaron en ese ambiente. No lo inventaron.
No lo escogieron. Les vino dado. El fantasma del dopaje los engullió
sin tiempo ni capacidad para reflexionar. Se podrían haber negado.
Utopía. Nadie lo hizo. Alguna rara excepción. Para confirmar la regla,
sin más. ¿Acaso no nos obliga esta hipócrita sociedad a cumplir con
costumbres y leyes que condenamos?. ¿No vivimos bajo el yugo de un
capitalismo salvaje que nos lleva a perdición? ¿ No somos esclavos de
la economía y sociedad de mercado? ¿Víctimas del sistema? Escapar de
la trinchera del dopaje era mucho más difícil. Cuando uno, con 20-22
años llega al mundo profesional, a ese mundo de ensueño es casi
imposible decir que no. Nadie se enfrenta a lo establecido. Menos si
no hay sentimiento de culpa. Todos caen en la trampa.
La conciencia no pesa: “todos los hacen”. Punto. Adelante.
Por tanto, ¿porqué es Armstrong
más culpable que nadie?. Es culpable. Así lo ha reconocido
públicamente. Pero no es más culpable que nadie. Un poco de seriedad y
memoria es suficiente para darse cuenta de que él no inventó el
dopaje sistemático. Ni que utilizó productos más sofisticados que
otros. Vayamos a la hemeroteca. ¿Fue acaso Lance Armstrong el primero
en acudir a Michele Ferrari para hacerse cargo de su preparación?.
No. ¿El único?. No. Sigamos leyendo. Repasemos las acusaciones de
Jesús Manzano, excorredor del Kelme. Los productos y sistemas que
detalló el corredor español son idénticos a los que ha hecho mención
la USADA. Idénticos. No hay diferencia ni en los productos ni en su
uso. Todo igual. El problema es que Manzano pertenece al país más
bananero en cuanto a temas de dopaje y sus acusaciones cayeron en
saco roto.
Además, no creen, que si las corruptas actuaciones de Lance Armstrong
hubieran perjudicado al resto de corredores, acudiría todos y cada
uno de ellos al juzgado a rendir cuentas ahora que se ha demostrado su
dopaje. Dinero y títulos. Tranquilos, nadie lo hará. Todos eran
victimas del mismo sistema. Casi todos. A Armstrong ya le han quitado
los siete títulos del Tour de
Francia. Le solicitan el dinero recaudado fraudulentamente. Y él
acepta su culpa y las consecuencias que se derivan de ella. ¿Pero
harán lo mismo con los segundos puestos de Jan Ullrich? ¿Y los
podiums de Basso?. Y el resto de ciclistas, ¿estaban limpios?. Todas
las investigaciones que se han llevado a cabo y las que aún están en
curso indican lo contrario. Luego, ¿por qué debe ser Lance Armstrong
el único culpable? Repito. Es culpable. Pero no el único culpable.
Esa acusación es desproporcionada. Todos eran víctimas.
Todos, en la misma medida.
Todo lo que se ha dicho es grave. La situación lo era. Pero ahora se
puede hablar de ello. Todo se ha sabido. Todo. Hay pruebas. Antes no.
Hubo quién intentó destapar a Lance Armstrong. El periodista
David Walsh fue a los juzgados. Perdió. Y su periódico tuvo
que pagar una indemnización al ciclista. En Estados Unidos iniciaron
una investigación federal. La archivaron. La verdad estaba en
posesión de los ciclistas. Antes para acusar a alguien de dopaje solo
existían los controles. Negativo. La UCI reconoció que no eran
suficientemente efectivos. Pero no había más. Pero tampoco hagamos
crítica fácil contra la UCI. No por esa razón. La UCI utilizó de
forma pionera todos los avances científicos que había, pero no era
suficiente. La eficacia ha llegado más tarde, obligada por una
situación tremenda. La autodestrucción. Los controles no han variado
en exceso. Ha cambiado el sistema. El pasaporte
biológico, los controles por sorpresa, el sistema ADAMS, la presión
social, la cultura….pero en aquella época eso era impensable.
Imposible. Aún ahora se habla de la violación del derecho a la
intimidad que asiste al corredor. Si lo hubieran implantado entonces
los hubieran llevado directamente al tribunal de la Haya.
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