jueves, 13 de junio de 2013

SABER GANAR Y SABER PERDER

Pepito odiaba perder a lo que fuera. Sus papás, maestros y muchos otros decían que no sabía perder, pero lo que pasaba de verdad es que no podía soportar perder a nada, ni a las canicas. Era tan estupendo, y se sentía uno tan bien cuando ganaba, que no quería renunciar a aquella sensación por nada del mundo; además, cuando perdía, era justo todo lo contrario, le parecía lo peor que a uno le puede ocurrir. Por eso no jugaba a nada que no se le diera muy bien y en lo que no fuera un fenómeno, y no le importaba que un juego durase sólo un minuto si al terminar iba ganando. Y en lo que era bueno, como el futbolín, no paraba de jugar.
Cuando llegó al colegio Alberto, un chico nuevo experto en ese mismo juego, no tardaron en enfrentarse. Pepito se preparó concentrado y serio, dispuesto a ganar, pero Alberto no parecía tomárselo en serio, andaba todo el rato sonriente y hacía chistes sobre todo. Pero era realmente un fenómeno, marcaba goles una y otra vez, y no paraba de reir. Estaba tan poco atento, que Pepito pudo hacerle trampas con el marcador, y llegó a ganar el partido. Pepito se mostró triunfante, pero a Alberto no pareció importarle: "ha sido muy divertido, tenemos que volver a jugar otro día".
Aquel día no se habló de otra cosa en el colegio que no fuera la gran victoria de Pepito. Pero por la noche, Pepito no se sentía feliz. Había ganado, y aún así no había ni rastro de la sensación de alegría que tanto le gustaba. Además, Alberto no se sentía nada mal por haber perdido, y pareció disfrutar perdiendo. Y para colmo al día sigiente pudo ver a Alberto jugando al baloncesto; era realmente malísimo, perdía una y otra vez, pero no abandonaba su sonrisa ni su alegría.
Durante varios días observó a aquel niño alegre, buenísimo en algunas cosas, malísimo hasta el ridículo en otras, que disfrutaba con todas ellas por igual. Y entonces empezó a comprender que para disfrutar de los juegos no era necesario un marcador, ni tener que ganar o perder, sino vivirlos con ganas, intendo hacerlo bien y disfrutando de aquellos momentos de juego.
Y se atrevió por fin a jugar al escondite, a hacer un chiste durante un partido al futbolín, y a sentir pena porque acabara un juego divertido, sin preocuparse por el resultado. Y sin saber muy bien por qué, los mayores empezaron a comentar a escondidas, "da gusto con Pepito, él sí que sabe perder"
Autor: Pedro Pablo Sacristán.

domingo, 9 de junio de 2013

JUEGOS EN LA NATURALEZA.

Observar diferentes flores y plantas: margaritas, amapolas, buscar tréboles de cuatro hojas, recoger tomates de un huerto, regar las plantas o levantar una piedra y observar la enorme cantidad de insectos que viven debajo de ella.
 
 
Tocar y oir Nada mejor que explorar el campo con los ojos cerrados, solo palpando y oliendo lo que hay a vuestro alrededor. Iremos hasta un árbol, lo tocaremos y habrá que  notar su textura, oir los cantos de las aves que viven en su copa y respirar a fondo los olores del campo.
Construir sencillos instrumentos musicales naturales. Buscar ramas secas y golpear unas contra otras. Mete pequeños frutos de árboles -como bellotas- en una botella de plástico y tendréis unas maracas. Un trozo de tronco y un palo para tocar el tambor... ¡Menuda sinfonía!
Construir nidos: con hierba seca, ramas, papel usado y unos trapos, fabrica un nido. Los trapos y el papel usado te servirán para construir la base del mismo. Después, cúbrela con las ramas y la hierba seca para camuflar la mano del hombre y que los polluelos vivan felices y contentos.
Ambientadores naturales. El espliego y el romero son dos de los arbustos más olorosos y usados en todos los ambientadores del mercado. Fabricad uno de lo más natural recogiendo unas cuantas ramas en vuestro día campestre. Al llegar a casa, confeccionad una pequeña bolsa de tela y colocad dentro el espliego. No hay forma más sencilla para disfrutar del campo cada vez que abras tu armario.
El espantapájaros. Fija dos palos en forma de cruz con dos trozos de cuerda. Ata una bolsa o un saco relleno a modo de cabeza y vestidle con una camisa, un pantalón, una chaqueta y un sombrero viejos, que rellenaréis después para darle volumen. Sólo os queda clavarlo en mitad de tu huerto y ya tienes listo al mejor vigilante.
 
MAS JUEGOS:
 
Escuchar sonidos
Sentados en corro hay que estar cinco minutos en silencio escuchando los sonidos del entorno, el juego consiste en comentarlos e identificarlos. Después, repetiremos la experiencia pero, esta vez, con los ojos cerrados; seguramente serán más los ruidos y sonidos que se aprecien. Al bloquear un sentido, se desarrollan más los otros y, si estamos concentrados, se podrán distinguir no sólo cantos de pájaros sino también el lugar en el que están.
Ventanas de la tierra
Nos tumbamos en el suelo cómodamente, miramos al cielo y dejamos volar los pensamientos. Poco a poco tenemos que ir cubriéndonos unos a otros con hojas y ramas, incluyendo los costados de la cabeza. El juego trata de dejar sólo el rostro descubierto como si la tierra tuviera ventanas en el suelo y nosotros miráramos desde dentro de ellas.
A” de árbol, “B” de bosque
Se trata de decir una letra y buscar (o nombrar, si no es posible moverlos) en un tiempo prefijado, elementos del entorno que comiencen por esa letra, al final se hará un recuento de todo lo encontrado. Si alguna letra es muy difícil, podemos ser menos estrictos: por ejemplo, con la “J” puede valer algo para “jugar en la hierba”.
Elegir un pájaro
Se trata de distinguir el mayor número posible de cantos de pájaro en el espacio de un cuarto de hora. Al final se elige el más alegre, el más melancólico, el más agudo... ¡Hay que hablar en voz baja para no molestar a los artistas!.
La búsqueda del tesoro
Distribuiremos una serie de objetos en un espacio pequeño y dejaremos a los niños que los encuentren. A medida que van encontrando los objetos descubrirán también los rincones de los árboles, lo que hay debajo de las ramas o los escondites de las piedras.
Y por último, os animamos a compartir un cuento sobre la naturaleza, el ambiente mágico del bosque puede convertir un libro en toda una aventura.